lunes, 27 de agosto de 2012

Psicología del Deporte: Conmoción Cerebral



Planeaba comenzar este acápite dedicado a la Psicología del Deporte tratando la utilidad y competencias de la misma, pero en estos días con la recién comenzada liga española de fútbol me ha llamado la atención un hecho. La conmoción cerebral sufrida por Pepe, el defensa portugués del Real Madrid en el partido contra el Valencia disputado el 19 de agosto de 2012, y la controversia acerca de su incorporación en los próximos partidos que enfrentará su equipo. Debido a la importancia del tema, me gustaría hacer algunos comentarios basados en la evidencia científica publicada en Revistas especializadas al respecto.
Las conmociones cerebrales en el deporte son muy frecuentes y se considera que su incidencia está probablemente subestimada debido a que solamente son reportadas una pequeña parte de ellas. Koh y colaboradores en una revisión sobre el tema, publicada en la Revista Brain Injury en el año 2003, establecieron que estas son más frecuentes en deportes de contacto y entre las disciplinas con más alto riesgo se encuentran el Jockey sobre hielo, el rugby, fútbol americano y el fútbol.  
Estas lesiones son definidas como un complejo de procesos patofisiológicos que afectan al cerebro inducidos por fuerzas biomecánicas. Por esta razón, la conmoción no solamente es provocada por un trauma directo en la cabeza, sino también en el cuello, o en cualquier otra parte del cuerpo que provoque una fuerza impulsiva que sea transmitida al cerebro.
Se le asocia con síntomas muy diversos de severidad y duración variables. Los de naturaleza física incluyen mareos, dolor de cabeza, visión borrosa o doble, y sensibilidad a la luz o al ruido. Aparecen también síntomas neuroconductuales como fatiga, trastornos del sueño, irritabilidad, ansiedad y depresión. De la misma forma, emergen dificultades cognitivas caracterizadas por déficit de atención, problemas de memoria y enlentecimiento psicomotor, entre otras.
Su abordaje desde el punto de vista médico – psicológico incluye diagnóstico, tratamiento y toma de decisión acerca del retorno a la actividad. Este último aspecto suele basarse generalmente en el cese de los síntomas antes expuestos o en los resultados de la evaluación neuropsicológica conductual. En otros casos, también se basa en los resultados de técnicas estructurales a pesar de haber sido descrita la naturaleza funcional de sus consecuencias. Por esta razón, recientemente se han comenzado a utilizar técnicas de evaluación psicofisiológica funcional como los Potenciales Relacionados a Eventos cognitivos (ERPs) y la Resonancia Magnética Funcional (fMRI). Con el uso de estas técnicas se ha mostrado que los déficit cognitivos que habían sido descritos sólo para la fase aguda, persisten de manera subclínica (o sea, no son detectados por las pruebas convencionales) incluso cuando los deportistas no reportan síntomas. Por tanto, la ausencia de síntomas pudiera no ser un marcador absoluto de recuperación cerebral.
Por ejemplo, la depresión asociada a este tipo de lesiones ha sido frecuentemente estudiada y mayoritariamente atribuida a cambios en la actividad como la pérdida de determinada posición en el equipo, pérdida de apoyo o incertidumbre acerca del futuro de la carrera deportiva. Sin embargo, otra cosa ha mostrado un estudio realizado por Chen y colaboradores en el año 2008 y publicado en la Revista científica Archives of General Psychiatry. Este estudio, utilizando la técnica de resonancia magnética funcional, ha mostrado que los síntomas depresivos están asociados con una patología cerebral subyacente relacionada con una actividad reducida en la corteza prefrontal dorsolateral medial en atletas lesionados con síntomas depresivos.
Los cambios funcionales descritos en deportistas con lesión cerebral luego de semanas o incluso años, sugieren que la disfunción cerebral pudiera persistir. De este hecho se deriva que la evaluación conductual neuropsicológica no es suficiente para un abordaje adecuado en estos casos. Las técnicas de evaluación psicofisiológica funcional (ERP y fMRI) pudieran contribuir significativamente a la comprensión de los cambios producidos por la lesión y proporcionar información objetiva para guiar más adecuadamente la toma de decisión acerca del retorno al entrenamiento y la competición. Por estas razones, se necesita incluir estas técnicas como evaluaciones rutinarias en la evaluación y seguimiento post conmoción en deportes de contacto. Específicamente, su utilidad en la toma de decisión acerca del retorno del deportista al entrenamiento y la competición es extremadamente importante. Esto se debe a que este retorno, cuando persisten los síntomas, incrementa el riesgo de sufrir otras lesiones incluso de mayor gravedad.
En conclusión, se necesita un seguimiento cuidadoso de los deportistas implicados en deportes de contacto luego de sufrir una conmoción cerebral con el fin de garantizar el estado de salud adecuado al jugador y prevenir nuevas lesiones.

sábado, 11 de agosto de 2012

Psicología Infantil


CASTIGOS


                                       Niños trepando un árbol. Francisco de Goya y Lucientes.

"Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres" PITAGORAS.

He querido comenzar este post con esta frase de Pitágoras y hacer alusión a uno de los aspectos más difíciles de la educación de los hijos: el Castigo. Los psicólogos solemos hablar de imponer límites en la conducta de los niños, indicándoles así lo que no deben hacer. Por tanto, el primer paso es, sin dudas, seleccionar cuidadosamente la conducta “castigable”. Si castigamos la mayoría de su actividad estaremos creando graves problemas de comunicación con nuestros hijos.
Si partimos del objetivo de modificar la conducta o extinguir aquella que pueda entrañar algún tipo de peligro, estaremos de acuerdo en que no queremos castigar por el simple hecho de hacerlo. Mantener esta idea es primordial para seleccionar las conductas “castigables” y la manera en que lo hacemos. Por tanto, el castigo debe estar directamente relacionado con la conducta que le da origen. Por ejemplo, si el niño ha tardado más tiempo en llegar a casa por estar jugando con los amigos, no vale de nada que lo dejemos sin ver su programa favorito de televisión, pues solamente produciría malestar sin lograr nuestro verdadero objetivo: que no lo vuelva a hacer. Para elegir el castigo adecuado veamos algunos tipos de ellos:

-         Pérdida de Privilegios: Si abusa de un privilegio otorgado (como el mencionado antes de volver más tarde a casa), un castigo adecuado sería el de perder este privilegio por un tiempo.

-         Penitencia: Debe reflejar directamente el mal comportamiento. Si ha llegado tarde, pues hacerlo volver más temprano la próxima vez (en proporción con el tiempo que ha tardado).

-         Restitución: Significa que debe “pagar” por algún daño que haya hecho. Su objetivo es reparar un mal y se le da la oportunidad de corregir su error. Para esto debe hacer algo socialmente aceptado como hacer alguna labor doméstica o cuidar de un familiar enfermo o una mascota. Este tipo de castigo es más adecuado cuando de su comportamiento se ha derivado algún mal para otras personas.

 Al advertir la conducta y comunicar el castigo, no es recomendable que gritemos o le peguemos, pues de esta manera, le estaríamos enseñando que la violencia (incluida la verbal) es una respuesta adecuada al enfado o la frustración.
Cuando es él quién responde inadecuadamente, no debemos tampoco responder de manera agresiva. Contrariamente, la respuesta adecuada debe hacerle ver que se le escucha, que tiene derecho a dar su opinión, pero debe hacerlo respetuosamente.